Introducción

En el capítulo XXII de la Primera Parte del Quijote, nuestro caballero andante y su fiel escudero encuentran a unos galeotes. Este episodio se ha interpretado como una de las primeras referencias a la picaresca, entendida como género propio.Footnote 1 La crítica se enfocó tanto en la metaficcionalidad explícita con el Lazarillo de Tormes,Footnote 2 como en la metaficcionalidad asociativa con el Guzmán de Alfarache, a través del personaje Ginés de Pasamonte, aquel pícaro/autor/dramaturgo que marchó rumbo a las galeras con intención de hacerse autor de su propia vida.Footnote 3 Además, se han discutido las referencias extratextuales. Por un lado, se interpretó el fragmento en el contexto de la práctica de condenar criminales a las galeras dentro de un imperio marítimo. Por otro lado, se propuso que la figura histórica de Jerónimo de Pasamonte habría servido de inspiración para el Ginés de Pasamonte literario y, lo que es más, habría sido el posible autor de la segunda parte apócrifa del Quijote. Otros críticos establecen una relación entre el Quijote y la vida de Mateo Alemán, autor del Guzmán de Alfarache. Claudio Guillén ya establece una identificación entre Don Quijote y el escritor Mateo Alemán, proponiendo que el episodio de los galeotes podría basarse en un incidente que tuvo lugar en Usagre, en 1584, en el cual Mateo Alemán encarceló a un alguacil y dejó en libertad a unos presos. Esta tesis ha sido también sostenida por Cros.Footnote 4

En lo que sigue, quisiera elaborar la identificación de Alemán y Don Quijote, proponiendo que podríamos leer el episodio de los galeotes como un análisis de la práctica real de entrevistar a individuos marginados. Para ello contrastaré el episodio de los galeotes con el informe secreto de 1593, compuesto por Alemán en su función de contador, encargado de investigar los trabajos forzados en las minas de azogue de Almadén. Partiendo de una discusión sobre las muchas y llamativas coincidencias entre la investigación de Mateo Alemán y la escena en el Quijote, vincularé el personaje Don Quijote con la ‘figura’ de Mateo Alemán, en su papel de contador/juez investigador.

Discutiré cómo los problemas que encuentra Alemán cuando entrevista a los forzados, y los problemas que encuentra Don Quijote al entrevistar a los galeotes, siguen siendo relevantes a la hora de evaluar la metodología que nosotros hemos aplicado en el análisis de las referencias históricas relacionadas con representaciones literarias de marginados. Así, el análisis del episodio de los galeotes, en yuxtaposición con el informe, servirá para comentar las posibilidades y los peligros que conlleva la contextualización de la picaresca basada en los testimonios de actores históricos marginados, la materia prima de la microhistoria.

Los forzados de Alemán y los galeotes del Quijote

En enero del año 1593, Mateo Alemán se hizo cargo de una investigación sobre las condiciones de la vida y del trabajo de los galeotes condenados a trabajos forzados en las minas de Almadén. Desde 1525, las minas de Almadén pertenecían a los Fúcares y a comienzos de los años noventa del mismo siglo, abundan las quejas sobre el supuesto maltrato a los forzados que allí trabajan. La corona envía al contador Mateo Alemán, en función de juez investigador, para hacer un informe sobre las condiciones en las que se encuentran los forzados. La investigación se llevó a cabo, el informe se redactó, pero el documento desapareció inmediatamente después de su redacción. Siglos más tarde, en los años sesenta del siglo XX, el poeta/historiador Germán Bleiberg descubrió dicho informe en el Archivo Histórico Nacional. Según Bleiberg, la documentación nos presenta: “a Mateo Alemán en diálogo con el mundo de la delincuencia del siglo XVI […]” (Bleiberg 1980, 331). A pesar de que la crítica literaria puede contar con la transcripción que publicó Bleiberg en diferentes sitios en los años setenta y ochenta, la bibliografía sobre este informe es reducida.Footnote 5 El informe, pues, desapareció en su momento histórico, pero el proyecto de entrevistar a galeotes y de enfrentarse con la autoridad, se representaría apenas una década después en el Quijote. Las coincidencias con el proyecto de Alemán son notables.

El informe es un vivo retrato de Mateo Alemán en plena confrontación con los Fúcares. Inmediatamente después de llegar a Almadén, la investigación se ve obstruida por los oficiales allí presentes (Bleiberg 1980, 364). Los oficiales alemanes que representan a los Fúcares le niegan el acceso a la administración de la mina; Alemán insiste y encarcela a varios de ellos. Una vez eliminados los oficiales y teniendo en su poder la administración (parte de ella en lengua alemana), procede a entrevistar a los galeotes. Apunta las condiciones pésimas bajo las cuales trabajan, comenta el maltrato por parte de los oficiales, sobre todo el que ejerce un capataz llamado Luis Sánchez, y coteja las narraciones de los obreros. A través del informe, conocemos a un fraile condenado por haber matado al marido de su amante, a ladrones extremeños y castellanos, a moriscos, franceses y gitanos – la variopinta picaresca del siglo XVI. Las narraciones de los forzados parecen una fuente riquísima para la historia social de los pícaros extratextuales.

Cuando muestra su interés en los presos, a Don Quijote los alguaciles también le niegan el acceso a los galeotes: “Una de las guardas de a caballo respondió que eran galeotes, gente de su magestad, que iba a galeras, y que no había más que decir, ni él tenía más que saber.” (Quijote, I, 272). Y, como a Alemán, le niegan al caballero el acceso a la documentación: “[…] la otra guarda de a caballo le dijo: aunque llevamos aquí el registro y la fe de las sentencias de cada uno de estos malaventurados, no es tiempo este de detenernos a sacarlas ni a leellas” (Quijote, I, 272). Después de insistir, le dejan preguntar a los galeotes acerca de su causa criminal y su destino: “vuestra merced llegue y se lo pregunta a ellos mismos” (Quijote, I, 272). Sin embargo, ya antes de las entrevistas, los oficiales subvierten la credibilidad de los galeotes: “que ellos lo dirán si quisieren, que si querrán, porque es gente que recibe gusto de hacer y decir bellaquerías” (Quijote, I, 272). El aviso, sin embargo, no impresiona al caballero, quien llega a conocer los historiales de los doce galeotes: ladrones, rufianes, adúlteros, todo ello con amplio uso de la jerigonza picaresca y legalista característica de la época.Footnote 6

Terminada la investigación en Almadén, el informe desaparece en los sótanos de la casa real; Felipe II está demasiado endeudado con los Fúcares para poder plantar cara.Footnote 7 De hecho, ya antes de empezar, el proyecto estaba predestinado a fracasar. En un asiento del año 1582, asequible en el Archivo de Indias, se dice que:

Otrosi con condicion que sea de guardar/y guarden al dho Marcos Fucar o las perso/nas q tubieren por el a cargo la dha fabri/ca todas las preheminencias de que hasta/aqui an gozado y podido y devido gozar/los arrendadores y administradores que as/ta aqui a habido en el dho pozo y al presen/te ay asi en lo que toca conoscer y usar en/nombre de la mesa maestral de la dho orden/de la jursidicción civil y criminal de dho/pozo minas carcaval y fabrica del y que/ningun otro juez ni alcalde se entremeta en/la dha jurisdicción como en lo que toca alas/otras prehemenencias de quean usado y acos/tumbrado usar en el dho pozo y fabrica los/arrendadores y administradores pasados (AGI, Contaduria, 1002, folio 16 r).Footnote 8

Los Fúcares están, entonces, en todo su derecho, derecho concedido por el rey, quien, según Sancho Panza: “no hace fuerza ni agravio a esa gente sino que los castiga en pena de sus delitos” (Quijote, I, 272). Y ellos lo saben; según el informe, los oficiales, sobre todo un tal Jedler, insisten repetidamente en que Alemán no tiene ninguna autoridad en Almadén. El contador, no obstante, sigue adelante con su plan, cegado, tal vez, por la intención de representar la justicia incluso para los más marginados. Y, como bien sabemos de los documentos estudiados por Guillén, no es la primera vez que Alemán se confronta con la ley; en Usagre, diez años antes, también encarceló a un alguacil y un alcalde y liberó a unos vecinos.

Alemán, igual que nuestro caballero andante, parece pensar que su oficio es “desfacer fuerzas, y socorrer y acudir a los miserables” (Quijote, I, 272), y no duda en oponerse a las autoridades que intentan estorbarle en su proyecto. Como en el caso del Quijote, la confrontación sucede en un lugar lejos de la capital, en una especie de despoblado donde es la fuerza bruta la que manda; Alemán lleva consigo a varios alguaciles que le ayudan a aprehender a los oficiales. Por un instante, el idealista, tal vez loco, vence a los representantes de la autoridad, entremezclando carnaval y realidad. Así, a corto plazo tanto Alemán como luego Don Quijote, logran cumplir con su meta: entrevistar a los forzados. A pesar de su perseverancia, el éxito será de corta duración. Dado que todo el informe ha sido recopilado fuera de la jurisdicción, éste quedará en los sótanos de la casa real hasta que Bleiberg lo re-descubra. En la Mancha, los galeotes pagarán a su libertador con pedradas y huyen, ya que saben que su libertad no cambia su estatus. La intervención de Alemán en Almadén no es menos idealista ni es menos irrealista que la liberación de los galeotes por Don Quijote. Sin embargo, los problemas expresados por los forzados en este y muchos otros informes de la época, tanto como su plasmación en el espacio literario, sí han contribuido a la creación de un debate alrededor de la vida de los marginales, piénsense en los tratados de arbitristas como Giginta, Pérez de Herrera, Delamare, Bentham y otros.Footnote 9

Una de las cuestiones que el juez investigador tenía que aclarar en Almadén era la del soborno, sobre el cual un tal Marcos Hernández dice: “[…] este/testigo oyo dezir a for-/cados que an cumplido y se/an ydo en especial a uno/que se decía Domingo que a un/negro que se llamava/Melchor que los tenía a su/cargo el que le dava dineros/ese era bien tratado.” (Bleiberg 1980, 403). Como los reos de Alemán, los galeotes entrevistados por Don Quijote se quejan de la corrupción de la justicia. Dice uno: “si a su tiempo tuviera yo esos veinte ducados que vuestra merced ahora me ofrece, hubiera untado con ellos la péndola del escribano, y avivado el ingenio del procurador de manera que hoy me viera en la mitad de la plaza de Zocodover de Toledo, y no en este camino atraillado como galgo” (Quijote, I, 274) y el quinto de los galeotes lamenta que a la hora del pleito: “no tuve dinero” (Quijote, I, 276).

Bleiberg comenta de paso la posibilidad de una alusión a la obra de Alemán en la escena de los galeotes de Cervantes: “[…] El coloquio que sostienen Don Quijote y Ginés de Pasamonte tiene mucho más de elogio que de crítica para Mateo Alemán.” (Bleiberg 1980, 334), y contempla la pregunta sobre la fecha de aparición del galeote en la literatura, preguntándose: “¿Cuándo aparece el galeote en una obra literaria de ficción?”. (Bleiberg 1980, 336) Sin embargo, para Bleiberg, el informe secreto es ante todo: “[…] una posible fuente del episodio de los galeotes, culminación del Guzmán.” (Bleiberg 1980, 336) No comenta la posibilidad de que los acontecimientos de la redacción del informe fuesen una inspiración para la escena de los galeotes cervantinos. Un repaso breve de las coincidencias – la confrontación con los oficiales, la negación del acceso a la administración, el hecho de que ambos logran entrevistar a los galeotes a pesar de no de tener el derecho, los historiales novelescos de los forzados y de los galeotes, el asunto de la corrupción – ya nos permite identificar al Don Quijote del episodio de los galeotes con la figura del investigador idealista, representada por Mateo Alemán en Almadén. Es, sobre todo, el acto de entrevistar a los galeotes el que para mí establece una asociación mucho más estrecha entre el episodio de los galeotes en el Quijote y el caso de Almadén que la asociación sostenida por Guillén y Cros entre los galeotes de Cervantes y el incidente de Usagre.

La identificación de Don Quijote con Alemán se puede interpretar como una ridiculización o burla del proyecto de Alemán por parte de Cervantes, coetáneo y conocido lector crítico del Guzmán. La caracterización de Mateo Alemán, como escritor/idealista en el texto cervantino encuadraría perfectamente en el creciente protagonismo de la figura del escritor en la literatura áurea. A finales del siglo XVI, la ‘figura’ del autor y su autoridad empiezan a llevar una connotación cada vez más importante como clave de interpretación de una obra literaria; en los círculos de escritores madrileños, los unos retratan a los otros, se burlan los unos de los otros y todos de sí mismos, los autores se autorretratan, se crean seudónimos y escritores ficticios. En la obra de Cervantes en particular, la creación del personaje del autor es un tema recurrente; tanto en los paratextos como en la trama misma el autor se ve desenmascarado como otro personaje literario creado con fines más allá de la re-presentación en su sentido descriptivo.Footnote 10 Basándonos en las coincidencias entre el episodio de los galeotes y el proyecto de Alemán, se hace cada vez más probable que el episodio de los galeotes vincule al personaje literario Don Quijote con el autor/personaje Mateo Alemán, al igual que el personaje literario Ginés de Pasamonte se vincula con el personaje literario Guzmán de Alfarache.

Es difícil probar, a ciencia cierta, que los dos discutieron el caso, o que Cervantes hubiese visto el informe. La desaparición del informe no implica, ni mucho menos, que no se conociera el proyecto de Mateo Alemán en los círculos de los escritores y los arbitristas madrileños – a los cuales se asociaron Cervantes y Alemán y entre los cuales, muy probablemente, se reconociera una posible alusión al informe de Alemán en el Quijote. Además, después del incidente de Usagre, se puede especular que la fama de Alemán como idealista se fuera estableciendo en la corte.Footnote 11 Por otro lado, no importa mucho la relación entre Alemán y Cervantes desde el punto de vista del lector contemporáneo del Quijote, en particular en el episodio de los galeotes. Piénsese, por ejemplo, en la lectura por parte de un Fúcar, representante de la clase que se beneficia del trabajo de los forzados. Sabemos que la influencia de los Fúcares – los dueños de Almadén – se extiende incluso hasta los círculos de Alemán y Cervantes; durante algún tiempo, los banqueros alemanes y dueños de las minas de Almadén incluso financiaron a Francisco de Robles, librero de Cervantes.Footnote 12 Imagínense a un Fúcar leyendo la escena del Quijote, sabiendo de lo que pasó en Almadén: no importa cuánto Cervantes supo del incidente, el Fúcar pudo muy bien conectar episodio e incidente. Tampoco importa la relación a la hora de ver el episodio del Quijote en el marco de la práctica de redactar informes en general: la problematización del acto de entrevistar fue relevante para muchos más que Alemán, Cervantes, los Fúcares y los administradores de la casa real que encargaron la investigación. Lo que nos interesa destacar es que, en un entorno en el que se institucionaliza la narración del marginado, y en el que simultáneamente nace la novela picaresca,Footnote 13 se reflexiona sobre ambos géneros (el informe y la picaresca) en el mismo episodio, con lo cual se extiende la tendencia cervantina de reflexionar sobre los géneros literarios a una reflexión sobre el género institucional del informe sobre los marginados.

A partir de allí, podemos enfocar las preguntas que provoca la burla del acto de entrevistar a los galeotes. Podemos preguntarnos: ¿Cómo se concibe, en el espacio literario del Quijote, la indagación sobre el modo de vivir de los galeotes? Esta pregunta tiene dos dimensiones. Por un lado, refleja la manera de pensar sobre la representación institucional de los subalternos en el siglo XVI, por otro, sigue siendo pertinente para el debate actual sobre la representación de la marginalidad en la historiografía y el análisis cultural. Una de las voces en este debate es la de la microhistoria, un acercamiento a la historia social de los marginados, que se basa frecuentemente en fuentes como el informe secreto. La burla del proyecto de Alemán en el episodio de los galeotes, nos lleva a contemplar el potencial de la microhistoria para el análisis de personajes picarescos.

La microhistoria

La microhistoria es el enfoque del historiador en personas, lugares o prácticas específicas con el fin de captar experiencias y situaciones históricas particulares. Las obras clásicas de esta vertiente son El queso y los gusanos de Carlo Ginzburg y El regreso de Martin Guerre de Nathalie Zemon Davis.Footnote 14 Gracias a la microhistoria se renovó en los años sesenta el interés por la gente olvidada de la historia: gente marginada, tanto en su contexto histórico como en la subsiguiente historiografía. Se intentó representar a los marginados desde una perspectiva particular: en vez de captar el fenómeno de la pobreza o de la marginalización a través de su aspecto cuantitativo basándose en las estadísticas sobre pobreza, malnutrición y analfabetismo, la microhistoria se interesa por la experiencia de la pobreza y la marginalización a nivel del individuo, como el molinero Menocchio en la obra de Ginzburg, el soldado impostor Arnaud du Tilh en la obra de Zemon Davis o de la comunidad hereje Montaillou en la obra de Le Roy Ladurie. (Levi 2014; Magnússon and Szijártó 2013; Ginzburg 1993; Levi 2001). De ahí que la microhistoria se interese tanto por las narraciones individuales de gente marginada, como por las narraciones descritas por el juez investigador en Almadén.

La microhistoria transciende la historia local; tiene como meta dialogar con la historiografía a nivel macro, y, por ende, siempre implica un debate metodológico. A los estudios de la pobreza en el Siglo de Oro que aportan estadísticas y reconstrucciones de los debates acerca de la pobreza, se les plantea la pregunta ¿Cómo experimenta la marginalidad el individuo? La respuesta a esta pregunta también nos permite indagar en los procesos de la representación literaria. Habiendo reconstruido unas voces individuales sobre la experiencia marginada, podemos preguntarnos: ¿Cómo se relacionan las experiencias de agentes históricos particulares con las experiencias ficticias de personajes literarios particulares como Lazarillo, Guzmán y Ginés? Así, la microhistoria parece ofrecer la posibilidad de estudiar la referencialidad de la representación literaria de los marginados a un nivel particular, yuxtaponiendo las narraciones de los forzados del informe y las narraciones de los pícaros literarios (De Haan and Mierau 2014).

Alemán en Almadén, entrevistando a los forzados, genera una de esas fuentes que tanto alimentan a la microhistoria: una colección de entrevistas de galeotes. Así, el informe secreto puede considerarse tanto un palimpsesto de la escena de los galeotes, como una posible fuente para una microhistoria de la referencialidad de la literatura picaresca. Con lo cual la problematización en el Quijote se extiende a la microhistoria. En lo que sigue, vamos a utilizar el episodio de los galeotes, y los problemas de la representación literaria que se han discutido para estudiar esta escena, con el objetivo de acercarnos a la complejidad narrativa del informe, para así poder problematizar las fuentes sobre las cuales se basa la microhistoria de los marginados.

Desde la teoría de la literatura y el debate en torno a la picaresca y el Quijote, se pueden identificar tres problemas generales en el episodio de los galeotes: la estructura y el modo narrativos, la complejidad psicológica de la narración y la particularidad de los testimonios. Vamos, por consiguiente, a profundizar en estos tres aspectos narrativos que se han estudiado ampliamente en el campo de los estudios de la novela picaresca, ahora para analizar el informe secreto.

Estructura y modo narrativos

Empecemos con la estructura narrativa del informe enfocando en particular la relación entre los entrevistados y el juez investigador. Los forzados reflexionan sobre sus vidas y su futuro, combinando la retrospección con la reflexión y la proyección hacía el futuro. Estas características narrativas evocan la autobiografía que tanto estimamos en la narrativa picaresca desde el estudio La novela picaresca y el punto de vista de Francisco Rico. Algunos de los reos son conscientes de que nunca van a salir de las minas, tal y como le sucede al cuarto galeote entrevistado por el Quijote, un alcahuete quien ya sabe que las galeras serán su fin: “pero no me aprovechó nada este buen deseo para dejar de ir a donde no espero volver, según me cargan los años y este mal de orina que llevo.” (Quijote, I, 275.) La situación de los forzados en Almadén no tiene perspectiva. Según Cavillac, el hecho de que Alemán elija poner a Guzmán en las galeras en vez de las minas, tiene que ver con la poca probabilidad que tenía un reo de sobrevivir las minas: “Envoyer Guzmán à Almadén eût équivalu à lui refuser tout espoir de salut, spirituel ou temporel.” (Cavillac 1983, 351).

Los forzados encuadran su narración en el marco de su crimen y de su condena. Esto resulta del interés particular del investigador hacia el marginado, un problema indicado también por Foucault en La vida de los hombres infames, donde pone de relieve que las vidas de los marginados se nos presentan en modos narrativos prescritos por las autoridades (Foucalt 1996). Don Quijote no se acerca a los galeotes para conocer sus vidas, sino para “saber de cada uno de ellos en particular la causa de su desgracia” (Quijote I, 272, el énfasis es mío). La identificación del marginado parte del crimen. Lo mismo vale para Alemán en Almadén, que va en busca de pruebas de maltrato. Las fuentes institucionales se basan en preguntas preestablecidas que funcionan como filtro y esto, a su vez, determina cómo el marginado entra en el texto escrito (las entrevistas); con lo cual el marginado se equipara al desgraciado.

Cuando narran sus vidas, los forzados entretejen relatos que comparten entre ellos pero que con frecuencia no vivieron ellos mismos, entremezclando así el relato supuestamente basado en hechos experimentados con conjeturas basadas en el cotilleo. Varios de los testimonios en el informe empiezan con un: “este testigo ha oydo decir que…”. Así es el caso de la fama de uno de los capataces quien, unos dos años antes de la investigación, obligó a los forzados a limpiar los hornos todavía calientes, en cuyo proceso murieron dos docenas de ellos. Según el fraile homicida Juán de Pedraza, este Luis Sanchez:

hazia entrar a los forçados en el dicho horno estando abrasando a sacar las/ollas y que del dicho horno salian quemados y se les pegauan los pellejos de las/manos a las ollas y las suelas de los çapatos se quedauan en el dicho horno y las/orejas se les arrugauan hazia riba del dicho fuego y que de la dicha ocasión auian/muerto veynte y quatro o veynte e çinco forçados (Bleiberg 1980, 380).

Ni siquiera la mitad de los entrevistados habrá asistido a este evento, pero todos se lo relatan al juez investigador. Así, el relato se encuentra en el umbral entre ficción y realidad, el umbral entre lo que el narratólogo Schaeffer llama “fictional y factual narrative.” (Schaeffer 2009). Sin embargo, a pesar de constar de conjeturas y de mitificación, el drama representa la realidad de la experiencia de los galeotes, la cual no requiere que el marco de referencia se base en hechos verificables. Ahora, el narrador – Alemán – tiene que juzgar la relevancia de esta experiencia para la situación en la cual se encuentran los galeotes.

En otro incidente que narra media docena de forzados, el capataz Luis Sánchez azota a un tal Domingo Hernández, que había cometido la transgresión de desmayarse durante el trabajo. Según el recuerdo del gitano Luis de Malea, Domingo Hernández estaba: “pidiéndole a el dicho Luis Sánchez que no le matase por amor de dios” y que “respondió [Luis Sánchez] vos pagareys aquí en este mundo y yo lo yre a pagar en el otro” (Bleiberg 1980, 397). Parecerán palabras proféticas dado que, según todos los forzados, aquel capataz cruel murió pocos días después del incidente. Es una anécdota llena de pathos, con un capataz injusto, un galeote que suplica, y una ironía irreverente y cruel.

La ironía irreverente del caso escaparía a cualquier estudio de la mortandad de forzados y capataces en las minas y galeras de la corona al nivel macro. Si hubiéramos contextualizado, con estadísticas, la escena de los galeotes en el Quijote (con todo su sarcasmo e ironía cervantinos), habríamos podido llegar a la conclusión de que Cervantes se burla de la situación de los galeotes. Sin embargo, el caso de los forzados en Almadén nos enseña que la burla y la mitificación ya forman parte de la mismísima extratextualidad. Si, a la hora de contextualizar la picaresca literaria, reducimos a priori la ironía a su función en el texto literario, negamos la ironía en la experiencia extraliteraria. Así, será la microhistoria donde se restablezca la ironía en la narración de la historia del individuo marginalizado extratextual. El informe nos recuerda que mucho de lo que consideramos literario vive ya fuera del ámbito de la literatura; es decir, lo precede.

Aquí, los aspectos narrativos en el informe secreto no se nos presentan como un problema, como una fuente infiable, sino como una reflexión de lo problemática e irresuelta que es la vida desde el punto de vista individual. El episodio del horno, y el castigo de Domingo Hernández, son episodios que no carecen de drama y cuya narración a través de varios narradores presenta unas versiones refractarias de los acontecimientos. Todos estos aspectos nos hacen recordar la noción bajtiniana de la polifonía, según la cual el discurso del autor y del sujeto se construyen en la coexistencia de voces conflictivas (Bajtín 1986). Los episodios se narran por reos enfadados, reos que – a causa de los humos del azogue – están perdiendo su memoria y reos medio-enloquecidos, con identidades poco estables. Los forzados Cristóbal López (Bleiberg 1980, 388) y el gitano Francisco Hernández (Bleiberg 1980, 404) ni siquiera saben responder a las preguntas del juez.

Tanto los forzados como los galeotes son narradores poco fiables, tal como le advierte a Don Quijote uno de los alguaciles: “gente que recibe gusto de hacer y decir bellaquerías.” (Quijote, I, 272). Así, el alguacil llama la atención sobre el problema de la falta de fiabilidad de la narración del pícaro, tema que se ha estudiado ampliamente a partir de la noción de Booth del “unreliable narrator” (Booth 1983). En el caso de los forzados, el contador Alemán mismo llama la atención sobre la narración problemática. Explica los orígenes del problema como resultado del maltrato y del humo del azogue, enfatizando así la importancia del contexto, haciendo menos significante el contenido del testimonio. Así produce lo que Phelan llama “bonding unreliability” (Phelan 2007): una narración infidente que por serlo logra acercar el lector al narrador infidente. En vez de establecer la autoridad del poder basándose en una subversión de la credibilidad del forzado (con lo cual se debería producir un distanciamiento entre lector y el forzado/narrador), se produce una identificación entre lector y forzado/narrador justamente porque la situación en la cual se presenta la narración infidente se presenta así como más verdadera, como si nos dijera el narrador “Mira ese pobre, que balbucea y miente porque ha perdido el seso por causa de los humos del azogue”. Lo mismo sucede en la escena de los galeotes: el lector sabe que los galeotes mienten, pero puede identificarse con ellos, dado que entiende que están forzados a mentir por una autoridad que no les permite vivir su verdad.

El conjunto de las narraciones ofrece un abanico de voces que no siempre coinciden. El juez investigador también entrevista a los funcionarios, los cuales, en palabras de Bleiberg: “dan una información hostil sobre los forzados, y se extienden en elogios a los Fúcares, Rodrigo Lucas y a la buena administración de la mina.” (Bleiberg 1980, 365) Yuxtaponiendo las voces de los reos, de los oficiales y del investigador, el informe se caracteriza por un perspectivismo por encima del que encontramos a Mateo Alemán en su rol de narrador. Allí se muestra frustrado, tanto por las respuestas de forzados que habían perdido el juicio como por las informaciones de los oficiales de los Fúcares. Busca coherencia, pero no la encuentra.

Alemán, como narrador del informe, actúa como un mediador entre las autoridades y los marginados; del mismo modo que Don Quijote media entre los alguaciles de la hermandad y los galeotes. Así, el juez investigador se relaciona con su objeto de estudio como el narrador desconocido del Quijote se relaciona con su narración. Aquí se ve cómo, en el episodio de los galeotes, la figura del autor (manteniendo la identificación Alemán/Don Quijote) se concibe como un mediador entre autoridad y mundo. El autor del informe se nos revela como una figura liminal que opera entre, y que comunica con, dos mundos. Esto presenta un autor cuya autoridad es por definición inestable, justamente por mediar entre la tesis de la autoridad y la antítesis del marginado.

Esta inestabilidad se extiende al microhistoriador, tanto por basarse en las mismas fuentes, como por su proyecto de mediar entre la autoridad de las grandes narraciones y las perspectivas particulares. Es el caso de Natalie Zemon Davis, quien a medida que iba encontrando material nuevo, no dejó de re-escribir la historia del impostor de Martin Guerre. (Zemon Davis 2012). Se podría argumentar que justamente esta inestabilidad inherente al texto microhistórico, en el cual el historiador toma el papel del narrador, es un reflejo adecuado de la situación histórica de la entrevista del galeote, dado que representa la relación entre autor y sujeto tal y como es: inestable.

Psicología, subjetividad y representatividad

En el ámbito literario el pícaro representa lo confuso, lo psicológicamente complejo, lo raro, lo fascinante. (Johnson 1978; Rico 1969) Los reos que entrevista Alemán también están confundidos por la vida, por los humos del azogue, por los chismes sobre los acontecimientos en la mina. Algunos de los forzados sufren de problemas de memoria, otros insisten en detalles idiosincráticos, todos coinciden en anécdotas de acontecimientos brutales, pero siempre con variaciones, mostrando subjetividades particulares, psicológicamente complejas. Entre ellos se encuentran personajes fascinantes como un clérigo homicida, quien mató al esposo de su amante.

La yuxtaposición de los reos enloquecidos por el humo del azogue y del hidalgo enloquecido por la lectura, evidencia una discrepancia en los estudios de personas y personajes marginados dentro y fuera del mundo de la literatura. El estudio de Dale Shuger Don Quixote in the Archives. Madness and Literature in Early Modern Spain muestra el valor de la comparación de testimonios de locos y testimonios sobre locos en fuentes extraliterarios con representaciones literarias para reinterpretar la representación literaria del loco y de la locura. Sin embargo, tal acercamiento todavía tiene que establecerse en los estudios de la picaresca. En su reciente contribución al volumen Microhistory and the Picaresque Novel, Matti Peltonen discute una comunicación de John H. Elliott in 1991, en la cual Elliot critica la obra de Carlo Ginzburg sobre Menocchio (aquel molinero encarcelado por proclamar que el universo se creó de la nada como los gusanos en el queso) por elegir como objeto de estudio “a rather confused human being” el cual, según Elliot, no es típico ni representativo, solamente “fascinating but confused.” (Peltonen 2014) Como si lo atípico no tuviera su lugar en la historia. El rechazo de John H. Elliott a la microhistoria podría explicar la escasez de contextualización microhistórica de textos picarescos. En el estudio de la literatura y del arte, lo atípico, lo fascinante, tiene un lugar preferido, lo cual resulta en una disparidad a la hora de la contextualización histórica de personajes literarios ‘atípicos’. ¿Extendería Elliot su desprecio de los individuos ‘fascinantes pero confundidos’ al pícaro? El pícaro literario es justamente la plasmación del interés del intelectual premoderno por la experiencia individual de la marginalidad. El rechazo por parte de Elliot podrá explicar por qué los picaros extratextuales – y, a pesar de ser campesinos, Menocchio y Martin Guerre tienen mucho de pícaro – han recibido tan poca atención de la crítica como casos individuales que se podrían utilizar para contextualizar personajes literarios. En otras palabras: Guzmán de Alfarache, el pícaro por antonomasia, y Menocchio, el molinero friulano, fueron coetáneos y el estudio comparativo queda por hacer.

Particularidad y contextualización de personajes literarios

Al igual que las respuestas de los forzados, la narración del pícaro literario – la narración de Ginés de Pasamonte – es una representación de un fenómeno social desde una perspectiva individualizada y subjetiva. Los análisis formales, estructurales y post-estructurales clásicos de la picaresca nos revelaron la diversidad, la infidelidad narrativa, la psicología compleja y la ambigüedad del texto picaresco. La microhistoria nos puede revelar cómo los actores históricos particulares concretizaron los significados específicos dentro de los diversos significados posibles del texto picaresco. En términos concretos: un alguacil en el Madrid del siglo XVI interpretaba la idea ‘pícaro’ de una manera distinta de la de un arbitrista. Conviene recordar que en los años 80 del siglo XVI hubo en Madrid un ‘Alguacil de los pícaros’ (Mierau 2013) que tenía una concepción clara y particular de la noción del pícaro, una concepción que podría considerarse representativa para gran parte de los lectores de “Lazarillo de Tormes y […] todos cuantos de aquel género se han escrito”. La contextualización microhistórica nos permite enfocar al pícaro desde actores específicos (como los forzados, los capataces o Alemán en función de investigador).

Hay una abundancia de estudios del fenómeno de la pobreza a nivel macro. Al analizar al pícaro a este nivel, la contextualización se pierde en la generalización. Además, se usan textos picarescos como fuentes para la historia social. Los estudios clásicos eruditos de Valbuena Prat, Domínguez Ortiz y Maravall solían citar pasajes de la novela picaresca para caracterizar los bajos fondos del Siglo de Oro. La falta de estudios de pícaros extraliterarios particulares, por un lado, y el espejismo de utilizar el pícaro literario para escribir la historia del pícaro extraliterario, por otro lado, transforman al pícaro literario en una especie de simulacro que, en la narrativa histórica, ha ido reemplazando a su avatar histórico. Por consiguiente, al analizar el pícaro apoyándose en los estudios de historiadores que citan de la mismísima picaresca, se produce un espejismo ad infinitum, cuya dinámica solamente se puede romper explorando nuevos contextos.

El teórico Doležel critica la práctica de interpretar los personajes literarios particulares exclusivamente como representativos de estructuras universales: “fictional particulars are claimed to represent actual universals – psychological types, social groups, existential or historical conditions.” Para Doležel es un problema de lógica: “If fictional particulars are taken as representations of actual universals, mimetic criticism becomes a “language without particulars” (Strawson 1959, 214–25)”. Si nos fijamos solamente en lo repetitivo y lo estructural, perderemos de vista la particularidad. Y es justamente la particularidad la que tanto nos fascina en el pícaro literario. Sería como proclamar que la unicidad reside exclusivamente en el ámbito del arte, que la realidad social carece de individualidades.

Conclusión

Hemos utilizado la escena de los galeotes en el Quijote y el informe secreto de Mateo Alemán para problematizar el acto de entrevistar a marginados a finales del siglo XVI. Un cotejo de los dos textos revela dos secuencias de eventos tanto idiosincráticas como paralelas, lo cual hace muy probable que la escena en el Quijote se basara en los acontecimientos sobre los cuales se basa el informe. Sin embargo, a pesar de las muchas coincidencias, no importa tanto si Cervantes conocía o no el informe. En el contexto de la creciente legalización de la cultura, lo que revela la entrevista de los galeotes es la necesidad de reflexionar sobre la representación textual del marginado. No solamente reproducir, sino también problematizar, por medio de la ironía, la polifonía etc.

A partir de las coincidencias, hemos profundizado en los rasgos formales de los dos textos. En el episodio de los galeotes, Cervantes nos presenta una narración polifónica, con narradores infidentes, con la ironía y la risa subversiva de la novela. Estos rasgos tampoco faltan en el informe secreto de Mateo Alemán. El episodio nos lleva al problema inherente a las fuentes históricas que se utilizan para contextualizar la novela picaresca; son igualmente narraciones polifónicas, infidentes, llenas de mentira, risa e ironía. Uno de los asuntos centrales del debate acerca de la microhistoria es que se la considera excesivamente narrativa, pecando de novelesca (Magnússon and Szijártó 2013). Textos como el informe forman la base de los estudios microhistóricos y en nuestro análisis hemos podido trazar aspectos ‘literarios’ como la complejidad narrativa, la narración infidente y la ironía hasta su origen en la textualización de las narraciones de los forzados por Mateo Alemán.

El material del microhistoriador son los pleitos y testimonios de agentes históricos involucrados con marginados, es decir, en nuestro caso, el testimonio del galeote, del alguacil y del escribano. El testimonio del galeote, tan importante para el microhistoriador, parece ser el blanco de la sátira de Cervantes. Con la liberación de los galeotes, Cervantes reflexiona sobre lo ridículo que resulta el acto de entrevistar al galeote, y por extensión el proyecto humanista de la corrección del criminal, con su creencia quijotesca en la mejora del hombre. Sin embargo, ridículo no implica que sea menos veraz, ni que sea necesariamente inútil. La yuxtaposición del informe y la escena de los galeotes revela que la polifonía, la narración infidente, la ironía, no son aspectos exclusivamente literarios, y dejándolos entrar en el espacio de la historiografía, abre paso para la representación de parte de la vida que no está representada en el terreno de la macro-historia. Las estadísticas no conocen la ironía ni la ambigüedad; la vida sí, y es la contribución más importante de la microhistoria haber re-establecido un lugar en la historiografía para la ambigüedad y la risa como aspectos de la práctica de la vida cotidiana de los bajos fondos.