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La obra retórica de Apuleyo y su reflejo en la literatura española del siglo XVII

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  1. La editio princeps, aparecida en Roma en 1469 a cargo de Giovanni Andrea de Bussi y varias veces reeditada, abarcaba toda la obra conocida, pero, enseguida, en 1500, la segunda gran edición, la de Beroaldo, impresa en Bolonia y provista de un monumental comentario, se redujo a Metamorfosis. Incluso hubo libros, desde cerca de 1511, en los que se plasmó únicamente una parte de la novela, la historia de Cupido y Psique, que figura entre los libros IV y VI. También es verdad que se publicaron separadas algunas de las demás obras, como Flórida en 1514, 1516 y 1518, véase J. Martos, ‘La edición de Apuleyo que tradujo López de Cortegana’, International Journal of the Classical Tradition, 19, 2013, pp. 203–10.

  2. La de Boiardo al italiano (Venecia, 1518), la de Guillaume Michel de Tours al francés (Paris, 1518) o la de Sieder al alemán (Augsburgo, 1538).

  3. El texto latino utilizado es el de Helm, tanto en Flórida (R. Helm, Apulei Platonici Madaurensis Florida, Teubner, Leipzig, 1959 [=1910]) como en Apología (Apulei Platonici Madaurensis Pro se de magia liber (Apologia), Leipzig, 1959 [=1905]), sin embargo, las citas figuran con el sistema de capítulos y párrafos de la colección Budé. Las traducciones son propias. Agradezco la ayuda de los informantes anónimos de la revista, que han mejorado sustancialmente el original.

  4. Sobre esta versión véase F. Küenzlen, Verwandlungen eines Esels. Apuleius’ ‘Metamorphoses’ im frühen 16. Jahrhundert, Heidelberg, 2005, pp. 250–313; J. Haig Gaisser, The Fortunes of Apuleius and the Golden Ass, Princeton y Oxford, 2008, pp. 269–75; La Metamorfosis de un inquisidor: El humanista Diego López de Cortegana (1455–1524), ed. F. Escobar, S. Díaz y L. Rivero, Huelva–Sevilla, 2012. En cuanto a la influencia de Apuleyo en general, además de estas obras, se pueden consultar R. H. F. Carver, The Protean Ass. The Metamorphoses of Apuleius from Antiquity to the Renaissance, Oxford, 2007; J. Haig Gaisser, ‘Apuleius’, en The Classical Tradition, ed. A. Grafton, G. W. Most y S. Settis, Cambridge, MA y London, 2010, pp. 56–7; J. Martos, Apuleyo. Apología. Floridas. Prólogo del dios de Sócrates, Madrid, 2015, pp. XXXVI–XLVIII.

  5. Véase J. Martos, Apuleyo. Metamorfosis o El asno de oro, 2 vols, Madrid, 2003, I, pp. LXXIX–LXXXIX; C. García Gual, ‘The Ancient Novel and the Spanish Novel of the Golden Age’, en Fictional Traces: Receptions of the Ancient Novel, ed. M. P. Futre Pinheiro y S. J. Harrison, 2 vols, Groningen, 2011, I, pp. 183–202.

  6. Discurso contra los que le acusaban de servirse de la magia para enamorar a la que fue su mujer, Pudentila, una viuda rica. Sobre esta obra véanse los comentarios de V. Hunink, Apuleius of Madauros. Pro se de magia, 2 vols, Amsterdam, 1997; y Apuleius. De magia, ed. J. Hammerstaedt et al., Darmstadt, 2002; y la traducción anotada de S. J. Harrison, J. Hilton y V. Hunink, Apuleius. Rhetorical Works, Oxford, 2001. La última edición, con traducción española, es la de Martos, Apuleyo. Apología (n. 4 supra).

  7. Una antología de veintitrés fragmentos de discursos pronunciados en Cartago en la década del 160 d. C.; véanse los comentarios de V. Hunink, Apuleius of Madauros. Florida, Amsterdam, 2001; y B. T. Lee, Apuleius’ Florida. A Commentary, Berlín, 2005; además de Harrison et al., Rhetorical Works (n. 6 supra); y Martos, Apuleyo. Apología (n. 4 supra).

  8. En la península Ibérica la primera traducción de Apología es la portuguesa (Apologia de Appuleio, trad. F. António de Campos, Lisbon, 1859); en cuanto a Flórida, la primera versión española (L. Apuleyo, La Metamorfosis o El asno de Oro. Versión castellana hecha á fines del siglo XV por Diego López de Cortegana, Arcediano de Sevilla, Madrid, 1890) está hecha a través del francés, véase J. Martos, ‘Traducciones ibéricas de la obra retórica de Apuleyo’, Euphrosyne, 42, 2014, pp. 197–204.

  9. La Silva de varia lección es un excelente ejemplo de estas obras, véase P. de Mexía, Silva de varia lección, ed. I. Lerner, 2 vols, Madrid, 2003.

  10. Así, por ejemplo, en el discurso 21 de la misma obra trascribe un largo párrafo en el latín original de Metamorfosis, II.4.1–10; en el discurso 46 cita a Psique, cuya historia ocupa una buena parte de la obra, y a la novela se referirá también al final de 55 y al principio del 60, en el que vuelve a incluir además dos citas latinas (V.23.3–5 y V.1.6). A la peripecia de la conversión del asno alude igualmente en El Criticón (parte 1, crisi 12).

  11. L. A. de Carvallo, Cisne de Apolo, ed. A. Porqueras Mayo, 2 vols, Madrid, 1958, I, pp. 135–6: Diálogo primero, § XII: Porque los Poetas no tomaron otra aue por insignia, y como el Cysne, y Poetas eran consagrados al Dios Apolo, y que la poesia comprehende todas las facultades, artes y sciencias. Más delante, en el diálogo cuarto, § XII (II, p. 210), volverá a mencionar a Apuleyo, concretamente una de sus obras filosóficas, el Asclepio (XLI).

  12. L. de Vega Carpio, El peregrino en su patria, ed. J. B. Avalle-Arce, Madrid, 1973, p. 52 (aunque en realidad esto es obra de Ortiz Melgarejo, que alude a Metamorfosis, V), pp. 236–7 (Flórida, XVIII) y p. 348 (Metamorfosis, XI).

  13. Ita mihi et patria in concilio Africae, id est uestro: ‘Y así, mi patria está en la asamblea de África, es decir, en la vuestra.’

  14. M. Menéndez Pelayo, Historia de las ideas estéticas en España, ed. R. de Balbín, 4ª edn, 2 vols, Madrid, 1974, I, pp. 568–71.

  15. Juan de los Ángeles O.F.M., Considerationum spiritualium super librum Cantici Canticorum Salomonistractatus, Madrid, 1607.

  16. ‘Salen las almas hasta el lugar en el que se comunican, que es, evidentemente, la boca, donde se tocan por medio de los besos, cosa que encierra no poco deleite y placer.’

  17. ‘¡Naturalmente, si para un filósofo es una acusación en absoluto despreciable que no permita en su persona nada sucio, que no tolere nada manifiestamente inmundo o maloliente en todo su cuerpo!, sobre todo en la boca, de la que se tiene que servir cualquiera continuamente, en público y a la vista, ya sea para dar un beso o para hablar con alguien o para pronunciar un discurso ante un auditorio o para dirigir súplicas en el templo; y es que a todos los actos de los hombres les preceden las palabras que, como dice el eximio poeta, salen del muro de los dientes. Imagina ahora a alguien que se expresara tan magníficamente: diría de acuerdo con su estilo que todo el que se ocupe especialmente del arte de hablar ha de cultivar la boca con más cuidado que el resto del cuerpo, porque se trata del vestíbulo del alma, puerta del discurso, asamblea de los pensamientos.’

  18. P. de Valencia, Obras completas, IV.1: Escritos sociales. I. Escritos económicos, ed. G. Morocho, J. L. Paradinas y R. González Cañal, León, 1994, p. 166, párrafo 19 del no. 13: Discurso contra la ociosidad (Madrid, 6 de enero de 1608).

  19. ‘¿Así que, en definitiva, ni siquiera han leído tus abogados… que Manio Curio, en cambio, el más excelso por todos sus hechos de armas, puesto que celebró tres veces el triunfo por una sola puerta, este Manio Curio, como digo, solo tuvo dos servidores para atenderlo en el campamento, de tal forma que aquel varón, que había triunfado sobre los sabinos, sobre los samnitas, sobre Pirro, tuvo menos esclavos que triunfos? Por su parte, Marco Catón… dejó él mismo escrito en su propio discurso que, cuando marchaba a España como cónsul, trajo solo tres esclavos de la ciudad, y que, como cuando llegó a la villa pública le pareció que serían pocos para el servicio, ordenó que se compraran otros dos muchachos en el estrado de venta del foro y que fueron estos cinco los que llevó a España.’

  20. Debo la noticia del empleo que hace este autor de la obra apuleyana y la identificación de Apología, X.5 con el pasaje al que se alude en los elogia de De la Cerda al anónimo revisor de IJCT, al que manifiesto mi más sincero agradecimiento. He leído las primeras ediciones de los comentarios (J. L. de la Cerda, P. Virgilii Maronis Bucolica et Georgica, Madrid, 1608; P. Virgilii Maronis priores sex libri Aeneidos, Lyon, 1612; P. Virgilii Maronis posteriores sex libri Aeneidos, Lyon, 1617), pero hubo muchas reimpresiones, por lo que, para facilitar el uso de estas, menciono siempre el pasaje de Virgilio comentado, no el número de página. La edición de Apuleyo que manejó De la Cerda fue la de P. Colvius, L. Apuleii Madaurensis Opera omnia, Leiden, 1588: véase, por ejemplo, el comentario a Eneida, I.375 o V.432.

  21. Por poner algunos ejemplos entresacados solo del primer volumen (1608), véanse los comentarios a Bucólicas, I.30 y 32 (Metamorfosis, XI.15.3 y X.22.3), I.81 (Asclepio, XLI y Metamorfosis, IX.32.4), III.19 (Metamorfosis, IV.2.3; IV.22.5; VI.27.1), III.33 (Metamorfosis, X.5.3), III.60 (De mundo, XXXVII, pp. 371–2 de la edición de Oudendorp), III.66 (Metamorfosis, II.7.7), III.110 (Metamorfosis, II.10.2), IV.21 (Metamorfosis, II.31.4), V.56 (Metamorfosis, XI.9.2; XI.10.1–2), VI.28 (Metamorfosis, XI.9.4), VI.34 (De mundo, XXII, p. 338 Oudendorp), VIII.41 (Metamorfosis, X.3.5), VIII.55 (De dogmate Platonis, I.1, p. 183 Oudendorp), VIII.56, que se citará literalmente en Flórida, XVII.15, (Metamorfosis, VI.29.4), VIII.69 (Metamorfosis, I.3.1), VIII.83 (Metamorfosis, III.23.8), VIII.91 (Metamorfosis, III.18.3), IX.29 (prólogo de De deo socratis, IV, p. 110 Oudendorp), X.19 (Metamorfosis, VIII.19.1) o Geórgicas, I.5–6 (De deo Socratis, I, p. 116 Oudendorp), I.109–10 (Metamorfosis, IV.6.4, que se repetirá, por cierto, a propósito de III.522), I.357–8 (De mundo, XII, p. 318 Oudendorp), I.390–93 (Metamorfosis, II.11.5), I.419 (De mundo, IX, p. 307 Oudendorp), III.87 (De deo Socratis, XXIII, pp. 173–4 Oudendorp), III.243 (Metamorfosis, IV. 33.2). En Geórgicas, III.136 cita Ἀνεχόμενος tal como lo trasmite J. Dousa, Pro Satyrico Petronii Arbitri viri Consularis praecidaneorum libri tres, Leiden, 1583, pp. 211–17 (III.7). Las abundantes citas apuleyanas en los otros dos volúmenes, dedicados a Eneida, están extraídas de Metamorfosis en una proporción altísima.

  22. Como en Flórida, III.3 (Bucólicas, III.27), XI.2 (Geórgicas, I.154).

  23. También en XXX.8 recoge los versos 64–5 de este mismo poema.

  24. Quanto modestius tandem Mantuanus, qui ibidem, ut ego, puerum amici sui Pollionis bucolico ludicro laudans et abstinens nominum, sese quidem Corydonem, puerum uero Alexin uocat: ‘Cuánto más recatado, finalmente, el poeta de Mantua, que al elogiar igual que yo al chico de su amigo Polión en sus entretenimientos bucólicos y absteniéndose de dar nombres, a sí mismo se llamó Coridón y al chico Alexis.’

  25. Sin duda, la mención de Apología, LXXXI.3 en los comentarios a Eneida, II.6 se deben a la coincidencia de fando. También anota coincidencia de vocabulario y concepto en Eneida, II.606 (Flórida, II.7).

  26. También sobre alga en Bucólicas, VII.42 con ayuda de Apología, XXXV.4; uolitare en Geórgicas, III.9 (Apología, LXXXIII.2); buxum (Geórgicas, II.449 y Apología, LXI.6).

  27. Otros ejemplos en Geórgicas, IV.380 (carchesia), donde se cita Flórida, XXIII.1; Bucólicas, X.19 (bubulci o subulci comparado con bubulcitarebubulcis en Flórida, VI.6), Geórgicas, III.77 (Flórida, XXI.4), Bucólicas, VI.66 (assurrexerit: Apología, XXXVII.3), Eneida, V.63 (epulis relacionado con cenam feralem en Flórida, XIX.7) y 437 (aclaración de grauis con Flórida, 4.1), Eneida, VI.638 (amoena, como en Flórida, XVIII.7, en realidad, una cita de Plauto, Truculentus, prólogo 1–3), Eneida, VII.191 (Flórida, XII.1) y VII.250 (obtutu: Flórida, II.2).

  28. ‘Y es que con más razón no le podría imponer a un viajero una demora por razones religiosas un altar ceñido de flores, una gruta ensombrecida por la floresta, una encina cargada de cornamentas ni un haya coronada de pieles.’

  29. ‘Discit autem statim pullus, usque ad duos aetatis suae annos, dum facile os, uti conformetur, cum tenera lingua, uti conuibretur: senex autem captus et indocilis et obliuiosus est’: ‘Los pollos, por otra parte, aprenden rápidamente hasta los dos años de edad, mientras tienen la boca capaz de moldearse, mientras tienen la lengua tierna para entrar en vibración. En cambio, el pájaro capturado ya viejo es indócil y olvidadizo.’

  30. ‘Lee lo que dice Apuleyo en el primer libro de Flórida sobre los estudios entre los indios y verás qué deshonra de nuestros tiempos si nos comparamos con los bárbaros.’

  31. Respectivamente, ‘Pone autem coma prolixior interlucentem ceruicem scapularum finibus obumbrat’ (‘la melena, más larga, cubre de sombra hasta los hombros un cuello cuyo brillo apenas se vislumbra’) y ‘Apollo et coma intonsus et genis gratus et corpore glabellus’ (‘Apolo tenía la cabellera sin cortar y las mejillas agraciadas y el cuerpo lampiño’).

  32. Sobre el canto de la cigarra en Bucólicas, II.13, Flórida, XIII.1; a propósito de Filomela en Bucólicas, VI.79, el canto del ruiseñor en Flórida, XVII.17. Además, el coturno que aparece en Bucólicas, VIII.10 lo ilustra con Apología, XXXVII.3 y Metamorfosis, X.2.4; mientras que para el verso 78 trae a colación XL.4. Como paralelo al penoso aspecto de Aqueménides en Eneida, III.590–94 se encuentra la descripción de Marsias en Flórida, III.6. Ilustra Daedalus (Eneida, VI.14) con Flórida, IX.24; los ritos fúnebres de Eneida, VI.219 y 224 con Flórida, XIX.4 y 6; el color del vestido de Eneida, VI.645 con Flórida, III.11; la descripción de los cielos de Eneida, VI.849–50 con la historia de Tales en Flórida, XVIII.30–35; el lituus de Eneida, VII.187 con Apología, XXII.7; la juventud de Eneida, IX.226 con Flórida, IX.38; el uso de tubae en los funerales (Eneida, XI.192) con el tubicines (sic) de Flórida, IV.2; Eneida, XII.76 (haud placitura refer) con Apología, LXXVII.5 y el vuelo del águila de 249 con Flórida, II.9; Eneida, XII.863–4 con Flórida, XIII.1–2; balteus en Eneida, XII.942 con Flórida, IX.19.

  33. J. de Mariana, Obras, 2 vols, Madrid, 1854, II, 413–62.

  34. ‘Antigénidas fue un flautista que podía emitir dulcemente todo sonido y modulaba magistralmente todos los modos, ya se requiriera el sencillo eolio o el variado jonio o el quejumbroso lidio o el ceremonioso frigio o el belicoso dorio.’ El mismo Apuleyo se refiere igualmente a los modos musicales en Metamorfosis, IV.33.4; X.31.4–5, 32.2.

  35. F. Quevedo y Villegas, Obra poética, IV: Teatro y traducciones poéticas, ed. J. M. Blecua, Madrid, 1981, pp. 250–51. He consultado además el manuscrito Mss/17529 de la Biblioteca Nacional de España en la Biblioteca Digital Hispánica, véase fol. 5r. Sobre esta obra, la polémica sobre el conocimiento que pudo tener Quevedo del griego y su uso de los clásicos, véase, además de la edición mencionada, S. Bénichou-Roubaud, ‘Quevedo helenista: El Anacreón castellano’, Nueva Revista de Filología Hispánica, 14, 1960, pp. 51–72; F. Moya del Baño, ‘Con pocos pero doctos: Quevedo espejo de los clásicos’, en Actas del XI Congreso Español de Estudios Clásicos, ed. A. Alvar, 3 vols, Madrid, 2005, III, pp. 345–417; F. Moya del Baño, ‘Catulo, Ovidio y Propercio en el Anacreón de Quevedo’, en KOINOS LOGOS. Homenaje al profesor José García López, ed. E. Calderón, A. Morales y M. Valverde, Murcia, 2006, pp. 699–711; y A. Pérez Jiménez, ‘Sí, el Quevedo del Anacreón, helenista’, en Musa Graeca Tradita/Musa Graeca Recepta. Traducciones de Poetas Griegos (siglos XV–XVII), ed. A. Pérez Jiménez y P. Volpe Cacciatore, Zaragoza, 2011, pp. 103–30, con amplia bibliografía. Reviste especial interés localizar las ediciones de poesía ‘anacreóntica’ que pudo manejar Quevedo (Anacreontis odae ab Henrico Stephano luce et latinitate nunc primum donatae, Paris, 1554; Anacreontis et aliorum Lyricorum aliquot poetarum Odae. In easdem Henr. Stephani observationes. Eadem Latinae, Paris, 1556), véase F. Moya del Baño, ‘Anacr. 17, 28: παρελθόν, una “conjetura” de Heynsius transmitida por Quevedo’, Myrtia, 26, 2011, pp. 319–28 (p. 319, n. 1).

  36. Lulius Gregorius Gyraldus Ferrariensis, Historiae poetarum tam Graecorum quam Latinorum dialogi decem, Basilea, 1545. He consultado el ejemplar de la Universitätsbibliothek Basel con signatura DB IX 118. Se trata del diálogo IX, páginas 1003–1010. Parece haber un error, por cierto, en el texto de Quevedo, que no debería haber escrito los ‘nueve libros’ (son diez en realidad), sino ‘el libro noveno’.

  37. C. Eliano, Varia Historia, IX.4–5.

  38. Esta es la lectura del manuscrito de Quevedo y sin duda lo que escribió Apuleyo; cantitat en Blecua (n. 35 supra).

  39. Y así prosigue Quevedo defendiendo a Anacreonte: ‘Demas desto, si de que alabó los muchachos nació la sospecha, no solo no es mal hecho alabarlos siendo hermosos, pero es justo, y no por eso se ha de colegir que el que lo hizo fuese su amante, sino que celebró a la naturaleza lo que hizo con perfeccion, pues se podía seguir del que alaba la hermosura de un caballo, o la de un toro otro tanto’ (pp. 250–51 en la edición de Blecua [n. 35 supra]; fol. 5v del manuscrito [n. 35 supra]). Y continúa después con testimonios del amor del poeta griego por las mujeres.

  40. F. Sanctius Brocensis, Angeli Politiani Sylvae, Salamanca, 1594. No hay que buscarlas en la primera edición salmantina de 1554 (véanse las páginas 153–4), en la que no podía aparecer la cita de Colvius (pp. 183–4). Debo esta noticia, por cierto, al profesor Estévez Sola, de la Universidad de Huelva. La edición de Mayans reproduce la de 1594, véase F. Sanctius Brocensis, Opera omnia. Tomus secundus seu operum philologicorum pars prima, ed. G. Maiansius, Ginebra, 1766, p. 478.

  41. Así lo llama Quevedo. En la edición de Anacreonte de 1556 (n. 35 supra) el texto griego se encuentra en las páginas 27–9; en 112–14, la traducción latina. Véase también H. Andreas, Anacreontis Teiiodae ab Helia Andrea Latinae factae, Paris, 1556, pp. 26–8.

  42. Páginas 305–7 de Blecua; fols 61r–64r del manuscrito (ambos en n. 35 supra).

  43. ‘Sic latus ipse vultus: /eburna parteribam/Adonidea colla….’ Traducción literal: ‘el rostro tenga ancho; /mas olvidaba el cuello/de marfil como Adonis.’ En su versión traduce Quevedo: ‘Alegre y desenfadado/le pinta el rostro: haz que venza/su cuello al de Adonis blanco, /y al marfil en la pureza.’ Sobre este fragmento, en el que corrige el texto griego según una propuesta de Heinsius (D. Heinsius, Crepundia Siliana, Cambridge, 1646, pp. 66) – aunque Quevedo, naturalmente, leyó la primera edición Plantiniana de 1601 – véase Moya, ‘Anacr. 17, 28’ (n. 35 supra), pp. 319–28. La explicación: ‘Yo leo con Daniel Heinsio, sobre Silio Itálico, παρελϑόν no verbo, sino participio, porque sin duda quiso decir eso el Poeta, y es más ajustada sentencia al discurso, y esotro era un descuido sin donaire ni importancia.’ Por otra parte, resulta inexplicable la traducción de Μέγα δὲ πρόσωπον ἔστω por Alegre y desenfadado/le pinte el rostro; puede dar la impresión de que Quevedo, dejándose llevar por la traducción latina de Étienne, haya leído laetus y traducido en consecuencia, aunque no existe ni la más pequeña vacilación en el manuscrito.

  44. ‘Se trata de un joven de asombrosa belleza, con los cabellos divididos simétricamente echados para atrás desde la frente por ambos lados de la cara; por detrás, la melena, más larga, cubre de sombra hasta los hombros un cuello cuyo brillo apenas se vislumbra; el cuello está lleno de vitalidad; las mandíbulas son vigorosas; las mejillas, redondeadas; y en mitad del mentón tiene un hoyuelo.’

  45. Entre 1626 y 1635. Véase F. Quevedo y Villegas, Política de Dios, govierno de Cristo, ed. J. O. Crosby, Madrid, 1966.

  46. ‘Empédocles, en efecto, compuso poemas, Platón diálogos, Sócrates himnos, Epicarmo versos, Jenofonte historia, Xenócrates sátiras; pues vuestro Apuleyo cultiva todos estos géneros.’ Hay solo una pequeña divergencia con las ediciones actuales: presentan estas Crates, una conjetura de Rohde, en vez de Xenócrates, que es lo que trasmiten los manuscritos y las primeras ediciones.

  47. Alguna tan curiosamente sacada de contexto como la que empieza la carta (p. 33) y atribuye a la obra de Quevedo los elogios de Ovidio, Amores, I.5.23: ‘Quid non laudabile vidi?’

  48. F. Quevedo y Villegas, El Parnaso español, monte en dos cumbres dividido, con las nueve Musas castellanas, donde se contienen poesías de D. Francisco de Quevedo y Villegasque con adorno y censura ilustradas y corregidas salen ahora de la librería de don Ioseph Antonio González de Salas, Madrid, 1648. A González de Salas lo define Blecua (F. Quevedo y Villegas, Poesía original completa, ed. J. M. Blecua, Barcelona, 1983 [=1981], pp. IX–X) como ‘el prosista más indigesto del siglo XVII.’ La opinión de Menéndez Pelayo es aún más demoledora: ‘Tétrico de carácter, enfático y sentencioso de estilo, algo misántropo y mal avenido con todo cuanto le rodeaba, comunicó estas cualidades a su estilo, que es la misma lobreguez y el mismo desconsuelo. Anduvo toda su vida con autores griegos en las manos y no se le pegó cosa alguna de la forma helénica, y sólo le sirvieron para alardear de una erudición muy maciza y positiva, pero tortuosa y culterana’ (Historia de las ideas [n. 14 supra], I, pp. 725–6).

  49. F. Quevedo y Villegas, Obra poética I, ed. J. M. Blecua, Madrid, 1969, p. 119.

  50. A propósito, sobran las comillas que en la edición de Blecua (n. 49 supra) enmarcan ‘Y otros poetas… menos conocidos’: son palabras también de González de Salas que se refieren lógicamente a Tícidas.

  51. ‘Pues que acusen de usar este mismo procedimiento a Gayo Catulo, que llamó Lesbia a Clodia, e igualmente a Tícidas, puesto que escribió Perila cuando se trataba de Metela, y a Propercio, que dice Cintia para ocultar a Hostia, y a Tibulo, que tenía a Plania en su corazón, pero a Delia en sus versos.’

  52. Quevedo, El Parnaso (n. 48 supra), p. 329 = Obra poética (n. 49 supra), I, pp. 508–9.

  53. Dos poemas en dísticos elegíacos en la tradición de la poesía helenística, véase el libro XII de la Antología Palatina. Los nombres, por otra parte, son muy significativos: Critias recuerda, evidentemente, al diálogo homónimo de Platón, mientras que Carino, que aparece también como nombre ficticio en la comedia latina arcaica (Plauto, Mercader, Pseúdolo; Terencio, Andria, Heautontimorúmeno) y quince veces en Marcial, tiene su raíz en la palabra griega que significa ‘gracia’.

  54. ‘Es verdad que Critias es mi cariño, Carino, pero tu parte/de mi amor se mantiene intacta, mi vida. /No temas, pues aunque me abrase un fuego y otro fuego cuanto quiera, /sufriré, mientras las posea, estas dos llamas. /Así sea yo para vosotros lo que cada uno es para sí mismo: /vosotros seréis para mí mis dos ojos.’

  55. Diccionario de motivos amatorios en la literatura latina (Siglos III a.C. – II d.C.), ed. R. Moreno Soldevila, Huelva, 2011, s. v. ‘llama de amor’, pp. 232–40.

  56. ‘Ovidio la Elegía X del Libro 2 de los Amores toda la ocupa en persuadir á un amigo suyo, que á un mismo tiempo ardía en dos llamas amante, contradiciéndole su engaño, con que le habia asegurado que no era posible. Propercio sigue el propio argumento en la Elegía XXII del Libro 2. Pero á Meleagro, Epigramatario Griego, dos ya pocas le parecían: de tres se queja que adolece su voluntad, habiéndole el Amor herido con tres saetas, como si tuviera tres corazones, Libro 1. Anthol. cap. 27.’

  57. Véase, por ejemplo, I. J. Adiego, E. Artigas y A. de Riquer, ‘Séneca el Viejo y Quevedo’, La Perinola, 13, 2009, pp. 135–47.

  58. S. de Covarrubias Orozco, Suplemento al Tesoro de la lengua española castellana, ed. G. Dopico y J. Lezra, Madrid, 2001.

  59. P. 244. No es la única vez, por cierto, que menciona a Apuleyo, porque en p. 362 s.v. manes cita uno de sus tratados filosóficos, que quedan fuera de este estudio, De deo Socratis, XV (pp. 152–3 Oudendorp). A propósito de este y de De Platone et eius dogmate, véase M. Menéndez Pelayo, Ensayos de crítica filosófica, Madrid, 1892, p. 40.

  60. ‘Asimismo a Ferécides, natural de la isla de Siro, que fue el primero que se atrevió a escribir con palabras sueltas, en prosa y con libre discurso, a este Ferécides, como digo, también lo tuvo Pitágoras como maestro y, cuando, por la putrefacción que le causó una penosa enfermedad, acabó éste convertido en una llaga cubierta de gusanos, lo enterró piadosamente.’

  61. ¿En qué me he excedido? ¿Qué he hecho?; y de acuerdo con la frase griega del original – πῇ παρέβην; τί δ’ ἔρεξα; τί μοι δέον οὐκ ἐτελέσθη; – , habría que completar ¿Qué deber no he cumplido? La sentencia, atribuida tradicionalmente a Pitágoras, se encuentra en Diógenes Laercio, Vida de los filósofos, VIII.22; Suidas, s.v. ‘Pythagoras’, Π 3123. Figura igualmente en los Adagia de Erasmo, 2901 quo transgressus?, con la misma cita de la Appendix Vergiliana (Desiderius Erasmus Roterodamus, Opera omnia, II.6: Adagiorum chilias tertia. Pars altera, ed. F. Heinimann y E. Kienzle, Amsterdam, 1981, pp. 551–2) y estaba ya en la edición ampliada de 1550: A. Alciatus, Emblemata, Lyon, 1550, p. 23.

  62. ‘…/arreptum gestant quae pedibus lapidem, /ne cessent neu trasversas mala flamina raptent.’

  63. D. López, Declaración magistral sobre las emblemas de Andrés Alciato con todas las historias, antigüedades, moralidad y doctrina tocante a las buenas costumbres, Nájera, 1615, fol. 66r–v.

  64. Contenido en la Appendix Vergiliana. López no duda de la autoría de Virgilio, hecho que tiene su importancia para calibrar la consideración en la que tiene a Apuleyo. En realidad, la referencia a estos versos (14–16) ya figuraba en los Adagia de Erasmo, como se ha visto, y en el comentario del Brocense: F. Sanctius Brocensis, Commentarii in A. Alciati emblemata, Lyon, 1573, p. 82.

  65. Un pasaje que, al parecer, gozó de gran popularidad, véase Mexía, Silva (n. 9 supra), pp. 231–2.

  66. A. Alciatus, Omnia emblemata, ed. C. Minois, Paris, 1589 (hubo varias ediciones y reimpresiones desde la de Amberes de 1584): ‘Neque est alienum etiam quod relatum est apud Apuleium I. Florid. de Gymnosophistis loquens: Vbi, ait, mensa posita, priusquàm edulia apponantur, omnes adolescentes ex diuersis locis & officiis ad dapem conueniunt. Magistri perrogant, quod factum à lucis ortu ad illud diei bonum fecerit. Hic alius se commemorat inter duos arbitrum delectum, sanata simultate, reconciliata gratia, purgata suspicione amicos ex infensis reddidisse; Itidem alius, sese parentibus quidpiam imperantibus obedisse, & alius aliquid meditatione sua repperisse, uel alterius demonstratione didicisse: denique ceteri commemorant. Qui nihil habet adofferre, cur prandeat, impransus ad opus foras extruditur’ (p. 90).

  67. En 142v, en el comentario al emblema 41 – Vnum nihil, duos plurimum posse – alude a De deo Socratis, XVIII, p. 159 Oudendorp, pero remiténdose expresamente a Erasmo: Desiderius Erasmus Roterodamus, Opera omnia, II.5: Adagiorum chilias tertia. Pars prior, ed. F. Heinimann, E. Kienzle y S. Seidel-Menchi, Amsterdam, 1981, pp. 67–8. Sin embargo, aunque es verdad que aparece en los Adagia de Erasmo, también se encuentra en los comentarios de Mignault ya señalados, que son seguramente la fuente principal.

  68. El texto está bien trasmitido; la traducción: ‘como el profundo mugido de los toros, el penetrante aullido de los lobos, el triste barrito de los elefantes.’

  69. Atestiguado en Horacio, Epodos, XII.1. Sobre el significado de barrire véase Sextus Pompeius Festus, De verborum significatu cum Pauli epitome, ed. W. M. Lindsay, Leipzig 1913, p. 27.

  70. Festus, De verborum significatu (n. 69 supra), p. 445: ‘Bellua foedissima barrus’] Barrus, Elephas est, qui barrire dicitur; inde barritus, talis vox. Appul. Florid 3. Vt est Taurorum grauis mugitus, Luporum acutus vlulatus, Elephantorum tristis barritus, etc.’

  71. B. Jiménez Patón, Discursos de los tufos, copetes y calvas, Baeza, 1639. Sobre la vida y los libros del autor véase B. Jiménez Patón, Epítome de la ortografía latina y castellana. Instituciones de la gramática española, ed. A. Quilis y J. M. Rozas, Madrid, 1956, pp. XXV–LXXVIII.

  72. ‘De esta forma, gracias al miedo general se logró que únicamente Alejandro fuera el más parecido a sí mismo en todas las imágenes, que en todas las estatuas y tablas y representaciones cinceladas se pudiera contemplar el mismo vigor del guerrero enardecido, la misma personalidad propia de la más alta distinción, la misma belleza de su floreciente juventud, la misma gracia de su frente despejada.’

  73. Libro V, capítulo IV, 15–16 en la edición de 1972 (J. de Solórzano y Pereira, Política indiana, ed. M. Á. Ochoa Brun y F. Ramiro de Valenzuela, 5 vols, Madrid, 1972.); página 779 de la de 1648: J. de Solórzano y Pereira, Politica indiana: sacada en lengua castellana de los dos tomos del Derecho y gobierno municipal de las Indias Occidentales queescribió en la Latina, Madrid, 1648. En esta se recogen y amplían dos obras latinas anteriores: Disputatio de Indiarum iure siue De iusta Indiarum occidentalium inquisitione, acquisitione, et retentione, Madrid, 1629; Disputationum de Indiarum iure sive de iusta Indiarum occidentalium gubernatione tomus alter, Madrid, 1639. No parece que conociera Apología, porque la habría citado sin duda en la primera al hablar de los magos en libro 2, capítulo IX, 33; en cambio sí ha leído Metamorfosis en latín, pues cita I.25.3 en la segunda, concretamente en la página 64 (libro I, capítulo 6, 36). No es verosímil, por cierto, que haya tomado este pasaje de libros de sentencias o misceláneos, por lo que procede, con toda probabilidad, de la lectura del original. Sobre la génesis de estos libros véase E. García Hernán, Consejero de ambos mundos. Vida y obra de Juan de Solórzano Pereira (1575–1655), Madrid, 2007, pp. 157–78, también útil para la vida del autor.

  74. ‘Sin embargo, cuando atraviesan volando los caminos sobre este caballo espoleado, si ven en esos momentos a un hombre distinguido perteneciente a los varones principales, muy entendido y notable, aunque tengan mucha prisa, por respeto a este refrenan su carrera, acortan el paso, contienen al caballo e, inmediatamente, echan pie a tierra y se cambian a la izquierda la vara que llevan para fustigar al caballo, y así, con la mano derecha libre, se acercan y saludan al hombre y, si este les pregunta cualquier cosa, caminan junto a él un rato y se ponen a conversar y, en suma, no tienen inconveniente alguno en retrasarse para cumplir con su obligación.’

  75. En el párrafo anterior, por ejemplo, Cassaneo, Bobadilla, Anneo Roberto, Tiraquello, Mastrillo, Farinacio, Canonheiro y Don Feliciano de la Vega; en este mismo, el padre Pineda y Gregorio López.

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Martos, J. La obra retórica de Apuleyo y su reflejo en la literatura española del siglo XVII. Int class trad 24, 289–307 (2017). https://doi.org/10.1007/s12138-016-0434-2

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